domingo, 27 de septiembre de 2009

En esta tarde gris - José M. Contursi-Mariano Mores


Qué ganas de llorar
en esta tarde gris,
en su repiquetear
la lluvia habla de ti.
Remordimiento de saber
que, por mi culpa, nunca,
vida, nunca te veré.
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer,
temblando al implorar
de nuevo mi querer.
Y hoy es tu voz que vuelve a mí,
en esta tarde gris.

Ven,
triste me decías,
que en esta soledad
no puede más el alma mía...
Ven,
y, apiadate de mi dolor,
que estoy cansada de llorar,
de sufrir y esperar
y de hablar siempre a solas
con mi corazón.
Ven,
que te quiero tanto,
que si no vienes hoy
voy a quedar ahogada en llanto...
No,
no puede ser que siga así,
con este amor clavado en mí
como una maldición.

No supe comprender
tu desesperación
y alegre me alejé
en alas de otro amor.
Qué solo y triste me encontré
cuando me vi tan lejos
y mi engaño comprobé.
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer
temblando al implorar
de nuevo mi querer
y hoy es tu voz que sangra en mí
en esta tarde gris.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Alma Desnuda - Alfonsina Storni


Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Hijas del Viento - Alejandra Pizarnik


Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan
.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Con Quevedo, en Primavera - Pablo Neruda


Todo ha florecido en
estos campos, manzanos,
azules titubeantes, malezas amarillas,
y entre la hierba verde viven las amapolas.
El cielo inextinguible, el aire nuevo
de cada día, el tácito fulgor,
regalo de una extensa primavera.
Sólo no hay primavera en mi recinto.
Enfermedades, besos desquiciados,
como yedras de iglesia se pegaron
a las ventanas negras de mi vida
y el sólo amor no basta, ni el salvaje
y extenso aroma de la primavera.

Y para ti qué son en este ahora
la luz desenfrenada, el desarrollo
floral de la evidencia, el canto verde
de las verdes hojas, la presencia
del cielo con su copa de frescura?
Primavera exterior, no me atormentes,
desatando en mis brazos vino y nieve,
corola y ramo roto de pesares,
dame por hoy el sueño de las hojas
nocturnas, la noche en que se encuentran
los muertos, los metales, las raíces,
y tantas primaveras extinguidas
que despiertan en cada primavera.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El futuro - Julio Cortázar


Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Rita - Mel


Rita salió de su casa pasadas las diez. La noche parecía más oscura que otras veces. Rita pensó que tal vez esa oscuridad se debiera a la pronta llegada del invierno. La noche era seca y ventosa. Raro para Buenos Aires, siempre tan húmeda.
El cabello de Rita era un fuego incontrolable, que se avivaba con el viento citadino. El camino de su departamento al trabajo lo recorría noche a noche, hubiera podido hacerlo a ciegas. Pero hoy caminaba más lento: el dolor del costado no la dejaba andar más rápido. La hepatitis, que había padecido dos años antes, no la había dejado del todo bien. Claro que este mediodía no había comido muy sano: los 29 de cada mes, en el bar de Lalo, sólo se podían comer esas “bolitas de harina y papa” que nunca le habían gustado demasiado
Dobló la última esquina y entró por la puerta pequeña: la grande e iluminada era para los clientes, no para las bailarinas. Se dirigió a lo que llamaban “camarín”, aunque en realidad era un cuarto pequeño, con una sucia lámpara colgada del techo descascarado, una sillita a un costado y un espejo aún más sucio que la lámpara, que apenas si dejaba entrever su cuerpo. Tiró el bolso de cuero rojo sobre la silla. Ese bolso la acompañaba desde hacía varios años: lo había comprado poco antes de venir a Buenos Aires, en la feria artesanal que se armaba en la plaza de su pueblo. Y el bolso era una típica artesanía que los chivilcoyanos vendían a los pocos turistas.
Se desvistió, se puso su escasa ropa de bailarina, pensó en nada y salió a bailar al pequeño escenario, para un montón de hombres, para quienes no significaba nada más que un buen cuerpo contorneándose al compás de una música, que tampoco les importaba nada. Y por qué ella habría de importarles, si Lucas, que la conocía desde pequeña tampoco se interesaba como antes en ella. Ya deberían haberse casado, y sin embargo él prefirió quedarse y ser un chivilcoyano más y no viajar a Buenos Aires junto con ella "para pelear juntos el futuro".
Terminó su número. Luego vendría otro, y más tarde otro más, y después por fin de vuelta al ambiente y medio en el que vivía.
Cuando salió ya no estaba tan oscuro. Se acordó de que en el bolso de cuero rojo todavía estaban las líneas que Lucas religiosamente cada miércoles le enviaba. Para qué leerlas una vez más, nunca decían que en realidad él no venía a la ciudad porque compartía su tiempo con alguna otra pueblerina, que también eligió la frustración.
Rita tomó el sobre de Lucas, lo rompió en dos partes y lo tiró, por primera vez sin leer.
Rita no se dio cuenta de que volvía automáticamente a su casa, ni que su pelo seguía avivándose con el viento, ni que todavía le dolía el costado. Sí se dio cuenta de la lágrima contenida en un ojo, entonces impidió que se cayera, y siguió camino al ambiente y medio que constituía su casa, aunque esto a nadie le importara.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dos Cuerpos - Octavio Paz


Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Retrato ciego - Mel


Fría, distante, soberbia, como por encima de todo.
De nariz recta, firme, contundente. Como tus manos, lánguidas, suaves y filosas, que toman las cosas con liviandad y cuidado, como si fueras a romper una de tus tiernas falanges...
Y eso que hoy no voy a hablar de tus ojos, que si no...
Siempre pensé en esa contradicción entre tus manos de porcelana y lo cruel de tu rostro. Rostro perfecto, anguloso, encuadrado por el relieve de unos pómulos bien delineados. De huesos fuertes, como el carácter, y de labios en rictus eterno de odio, tan bien delineados con ese rojo furioso, que trasluce tu maldad secreta.
Y eso que hoy no voy a hablar de tus ojos...
Y enmarcando ese rostro sin igual, tu piel volátil, etérea, blanquísima, que deja traslucir todo tu orgullo...
Y eso que no voy a hablar de tus ojos...
Y sin embargo, la sincronía de tus manos al rozarte el cabello le da a tu cara la ternura que le falta, aliviana lo hosco de tus labios y aquieta la rispidez de ... ay! , cierto que hoy no iba hablar de tus ojos...

sábado, 12 de septiembre de 2009

Paul Gauguin: su obra





























Paul Gaugin: biografía


Eugène Henri Paul Gauguin (París, 7 de junio de 1848 - Atuona, Islas Marquesas, 9 de mayo de 1903) fue un pintor post-impresionista. Jefe de filas de la Escuela de Pont-Aven e inspirador de los Nabis, su obra está considerada entre las más importantes de entre los pintores franceses del Siglo XIX.

Sus experimentos sobre el color y el conjunto de su obra influyeron en la evolución de la pintura, en especial sobre el fauvismo, movimiento que se desarrolla entre 1898 y 1908.

Sus Inicios

De familia liberal, era hijo de Clovis Gauguin, un periodista antimonárquico, y de Aline Marie Chazal. Ella era descendiente de terratenientes españoles de América del Sur y del virrey del Perú. La feminista socialista Flora Tristán era abuela de Paul Gauguin por parte de madre.

Cuando Paul contaba sólo con un año, la familia tuvo que huir a América tras el golpe de Estado de Napoleón III en 1851. Durante el viaje su padre murió y su madre tuvo que recurrir a la hospitalidad de sus parientes en Lima (Perú). En esta ciudad pasó sus primeros años de infancia.

En 1855 regresan a Francia, a Orleans y se instalan en casa de un tío de Paul, Isidore. Gauguin estudiará en Orleans entre 1859 y 1865. Gauguin se embarca en la marina mercante siendo aún muy joven, y luego en la Armada Francesa, en la que sirve a bordo de la corbeta Jerôme Napoléon.

A su regreso a Francia en 1870, se convirtió en agente de cambio para la empresa Bertin en la Bolsa de París, teniendo bastante éxito en sus negocios. Llevó una vida burguesa y acomodada junto a su mujer, la danesa Mette-Sophie Gad, y sus cinco hijos: Émile, Aline, Clovis, Jean-René y Paul-Rollon.

Su tutor, Gustave Arosa, hombre de negocios y gran amante del arte, introdujo a Gauguin entre los impresionistas. En 1874, conoce la obra del pintor Camille Pissarro y visita por primera vez una muestra de pintura impresionista. Al igual que su tutor, se aficiona al arte, lo que le lleva a tomar clases de pintura y a hacer sus primeros intentos de creación en este terreno. Expone sus obras junto a los impresionistas en 1876, 1880, 1881, 1882 y 1886 y reúne una colección personal con obra de Manet, Cézanne, Monet y el ya mencionado Pissarro.

Vida de artista en Francia

En 1882, deja su trabajo en la Bolsa (que se ha desplomado) para dedicarse por completo a su nueva pasión, la pintura. Como eso no le basta para sobrevivir, se marcha a vivir con su mujer e hijos con la familia de ésta en Copenhague. Las relaciones con su familia política no son buenas y sus negocios tampoco van bien. Decide regresar a París en 1885 para dedicarse exclusivamente a la pintura, pero incapaz de asegurar la subsistencia de su familia, abandona a su mujer y a sus hijos en Dinamarca.

Gauguin se traslada a Ruán, en Normandía, en donde se ha instalado Pissarro, pero en 1887-88 viaja junto a su amigo Laval a Panamá y la Martinica. Este viaje resultará fundamental para el futuro artístico, puesto que le mostrará la sensualidad del color y se interesará por una naturaleza primitiva capaz de acentuar las relaciones humanas. Regresa enfermo y abatido, y encuentra la hospitalidad de Theo Van Gogh, quién además expondrá sus pinturas en su propia galería. Pero dejando aparte este viaje, entre 1886 y 1891, vive principalmente en Bretaña en donde se convierte en el centro de un grupo de pintores experimentales conocidos con el nombre de Escuela de Pont-Aven, en donde tuvo como discípulos a Émile Bernard, Paul Sérusier, Seguin y Chmaillard que constituirían el llamado simbolismo (Grupo de los Nabis). Su estilo de pintura empezará a transformarse desde las cercanías del impresionismo hasta un estilo mucho más personal. Por influencia de uno de sus jóvenes discípulos, Bernard, su estilo evoluciona a lo que se ha dado en llamar sintetismo, un modo de pintar más natural y sintético. Busca inspiración en el arte indígena, en las vidrieras medievales y en las estampas japonesas.

Estas últimas las descubre gracias al holandés Vincent Van Gogh en 1888 en los dos meses en los que viven juntos (entre octubre y diciembre) en Arlés, en el sur de Francia, dedicándose ambos a pintar. Gauguin había conocido a Vincent y a Theo Van Gogh en París en 1886, y Gauguin había quedado impresionado por la expresividad de Vincent. Trabajan juntos y pintan la serie de vistas de Alyscamps. Pero la convivencia es muy difícil, ambos tienen un carácter muy temperamental, y Gauguin se cansa de Vincent. Van Gogh tratará de suicidarse más adelante. Su convivencia se deteriora y acaba con el famoso episodio de la oreja cortada de Van Gogh. Se sabe que Van Gogh tenía problemas emocionales y que se cortó la oreja; pero no es tan seguro que fuese por culpa de Gauguin. Anécdota que pude ser real o un mito.

Vida en Polinesia

Arruinado y enfermo, Gauguin se embarca en 1891 hacia la Polinesia, con el dinero conseguido en una exposición en el Hotel Brouot, éxito alcanzado gracias a las críticas favorables de Octave Mirbeau. Se establece en Tahití, tratando de huir de la civilización europea y de todo lo artificial y convencional. Empieza también a redactar un relato autobiográfico ("Noa". Sin embargo, una enfermedad en los ojos, la soledad y la falta de dinero le obligan a regresar a Francia junto a su compañera javanesa Ana. En Francia recibe la inesperada herencia de su tío Isidoro, y consigue vender unos pocos cuadros, por lo que regresa ya de modo definitivo a Polinesia.

Las características esenciales de su pintura (en la que sigue usando grandes superficies de colores vivos) no experimentan demasiados cambios. Su primitivismo se atempera por la influencia de algunos pintores neoclásicos como Ingres o contemporáneos como Puvis de Chavannes. Cuida especialmente la expresividad de los colores, la búsqueda de la perspectiva y el uso de formas plenas y voluminosas. Influido por el entorno tropical y la cultura polinesia, anticipa al arte abstracto: simplifica aún más las composiciones dando preponderancia al color y a la idea que el color puede sugerir, su obra adquiere fuerza, lleva a cabo esculturas en madera y pinta sus cuadros más bellos, en especial su obra más importante, que hoy se encuentra en el Museum of Fine Arts de Boston: "¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?", que él mismo considera su testamento pictórico.

En Tahití, conocerá a Tehura, que se convertirá en su modelo. Está muy inspirado y pinta 70 lienzos en unos pocos meses. Pero tras algunos años de felicidad en los que publica su autobiografía "Noa", problemas administrativos y personales (su hija preferida Aline muere) le hunden. También tiene problemas de salud: una herida en la pierna que no consigue curar desde 1894, una crisis de sífilis... Hacia los últimos años de su vida formó pareja y tuvo un hijo, Émile con Pau'ura, una joven de las islas Marquesas, pero también contrajo lepra. En 1897 intenta suicidarse, luego sobrevive prácticamente en la miseria con una pequeña pensión que desde París le enviaba un marchante.

Decide entonces establecerse definitivamente en las Islas Marquesas para volver a encontrar la inspiración. En 1901, llega a Atuona (en la isla de Hiva-Oa), en las Islas Marquesas. Cree estar en el paraíso. Pronto se dará cuenta de su error al conocer los abusos cometidos por las autoridades y al tratar de defender a los indígenas. Se dedicó a realizar esculturas "primitivas" (principalmente tallas y bajorrelieves en madera). Débil, cansado de luchar, muere el 9 de mayo de 1903.

Fuente de Biografia: http://es.wikipedia.org/wiki/Gauguin

Lo Que Esperamos - Oliverio Girondo


Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
--no cajas de caudales,
ni perchas desoladas--,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Funes el memorioso (en Ficciones - 1944) - Jorge Luis Borges


En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.
Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para la serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas las imágenes del recuerdo) son insensatos, pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferír el vertiginoso mundo de Funes. Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía el movimiento del minutero; Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El Sueño - Jorge Luis Borges


Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

martes, 8 de septiembre de 2009

Acabar con Todo - Octavio Paz


Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Rayuela (fragmento) - Julio Cortázar


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola comi si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Yerma (fragmento) - Federico García Lorca


(El marido sale y YERMA se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre, alza los brazos
en un hermoso bostezo y se sienta a coser.)
¿De dónde vienes, amor, mi niño?
De la cresta del duro frío.
¿Qué necesitas, amor, mi niño?
La tibia tela de tu vestido.
(Enhebra la aguja)
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!
(Como si hablara con un niño.)
En el patio ladra el perro,
en los árboles canta el viento.
Los bueyes mugen al boyero
y la luna me riza los cabellos.
¿Qué pides, niño, desde tan lejos?
(Pausa. )
Los blancos montes que hay en tu pecho.
¡Que se agiten las ramas al sol y salten las fuentes alrededor!
(Cosiendo.)
Te diré, niño mío, que sí,
tronchada y rota soy para ti.
¡Cómo me duele esta cintura
donde tendrás primera cuna!
Cuándo, mi niño, vas a venir.
(Pausa.)
Cuando to carne huela a jazmín.
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!

Una mujer y un hombre - Juan Gelman


Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

Ausencia de amor - Juan Gelman

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobrecristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo
lo que he esperado
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.

Lluvia - Juan Gelman


hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor/
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra/
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la
mujer/
entra a la casa por la ventana y no por la puerta/
por una puerta se entra a muchos sitios/
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo/ pero no al mundo/
ni a una mujer/ni al alma/
es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/
como hoy/que llueve mucho/
y me cuesta escribir la palabra amor/
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/
y cuándo/y cómo/
pero el alma qué puede explicar/
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/
palabras que naufragan/
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó/
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá/
como el silencio que hay entre dos rosas/
o como yo/que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia/
a la lluvia/
a mi corazón desterrado/

viernes, 4 de septiembre de 2009

El día después- Mel


El día después se le antojó infinito,
el aire estaba cargado de inmensidad.
Salió de su cuerpo y se vio allí:
llena de gente y de soledad.
Abrazos por doquier
que sólo hicieron recordarle la pobreza de sus brazos.
Ella ya no tenía más que al viento para abrazar.
¿Y por qué no lleva luto?
decían ahora las bocas dueñas de aquellos brazos.
No era necesario, toda su alma estaba negra ahora.
La ropa nunca hubiera podido igualar la negritud de sus entrañas.
Quería gritar,
pero la eternidad se lo impedía.
Se veía vagabunda,
pero ni siquiera eso le dolía.
Se sabía sola,
pero no era eso lo que la perturbaba,
era saber que nunca más lo escucharía,
que su bendita piel ya no le pertenecía.
Sabía que caería en la nada.
Sabía exactamente cuándo sería:
la noche en que no pudiera recordar su olor ni su sonrisa.
El día antes no había sido una mentira.
Ella vivía en la esperanza de los susurros inaudibles de su moribundo hombre,
en sus huesudas manos blanquecinas,
en su mirada clara, todavía alerta a los ojos de ella.
El día después ella comenzó esta vida.
Empezó en ese mismo instante una especie de agonía:
una batalla desde el comienzo perdida,
y cayó en el laberinto de sus días.
Y hoy ella camina sola,
no tiene ningún abrazo, ningún olor, ni una sonrisa,
no cayó en la desesperación como creía.
Parece que un aliento divino la salvaguarda:
tal vez su recuerdo, tal vez su locura,
quizás la paradoja de estar muerta en esta vida,
tal vez el amor de su hombre aún toma sus manos, abraza sus días,
y ella se siente raramente protegida.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Mirada Final - Vicente Aleixandre


La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos,
derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén
y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse.
Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no es, y ve aparecer sus miembros,
y se palpa: «Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza»;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge,
no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella
con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta
y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele,
pero le duele todo. Y arriba mira el camino,
y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe
y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la vida como un instante, me miro.
Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida? ¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte,
recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar?

No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma, hubiera al fin de expulsar.
No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible
y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira,
contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.

No te detengas - Walt Withman


No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...

Versión de: Leandro Wolfson

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Pues queréis que tenga... - Fernando Pessoa


Pues queréis que tenga un misticismo, bien: lo tengo.
Soy místico, pero sólo con el cuerpo.
Mi alma es sencilla y no piensa.
Mi misticismo es no querer saber.
Es vivir y no pensar que vivo.

No sé lo que la Naturaleza es: la canto.
Vivo en la cima de un otero,
en una casa encalada y solitaria,
y esto me define.

En la noche terrible - Fernando Pessoa


En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches,
En la noche de insomnio, sustancia natural de todas mis noches,
Recuerdo, velando en modorra incómoda,
Recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en la vida.
Recuerdo, y una angustia
Se derrama por mí corno un frí6 del cuerpo o un miedo.
Lo irreparable de mi pasado: ¡ése es el cadáver!
Todos los otros cadáveres quizá sean ilusiones.
Todos los muertos quizá esten vivos en otra parte.
Todos mis propios momentos pasados quizá existan por ahí,
En la ilusión del espacio y del tiempo, En la falsedad del devenir
Pero lo que yo no fui, lo que yo no hice lo que ni siquiera soñe';
Lo que sólo ahora veo que debería haber hecho,
Lo que sólo ahora claramente veo que debería haber sido...
Es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,
Eso -y fue al fin lo mejor de mí- es lo que ni los Dioses hacen vivir..

Si a cierta altura
Hubiese doblado hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha;
Si a cierta altura
Hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;
Si en cierta conversación
Hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el entresueño, elaboro...
Si todo eso hubiese sido así, Sería otro hoy, y tal vez el universo entero
Sería llevado insensiblemente a ser otro también.

Pero no doblé hacia el lado irreparablemente perdido,
No doblé ni pensé en doblar, y sólo ahora lo percibo;
Pero no dije no o no dije sí,
que no dije; y sólo ahora lo veo
Pero las frases que faltó decir en ese momento
me surgen todas,
Claras, inevitables, naturales,
La conversación cerrada concluyente,
La materia toda resuelta...
Pero sólo ahora lo que nunca fue, ni será hacia atrás, me duele.

Lo que de veras fallé no tiene ninguna esperanza
En ningún sistema metafísico.
Puede ser que para otro mundo pueda llevar lo que soñé,
¿Pero podré llevar para otro mundo lo que me olvidé de soñar?
Esos sí, los sueños por tener, son el cadáver.
Los entierro en mi corazón para siempre, para
todo el tiempo, para todos los universos.
En esta noche donde no duermo, y el sosiego me cerca
Corno una verdad de la que no participo,
y allá fuera la luna, como la esperanza que no tengo, es invisible
para mí.

martes, 1 de septiembre de 2009

La estrella fugaz - Eduardo Galeano


Algunas noches, en los cafés, la competencia venía feroz:
–A mí, allá en la infancia, me meó un león –decía uno, sin alzar la voz, como negando importancia a su tragedia.
–A mí, me gustaba caminar por las paredes. En casa, no me dejaban -confesaba otro, como si su prohibida proeza fuera cosa de nada.
Y otro:
–Yo, de muchacho, escribía poemas de amor. Los perdí en un tren. ¿Y quién los encontró? Neruda.
Y cabeceando sonreía, como si fuera incapaz de rencor contra quien le había robado sus llaves del Olimpo. Pero don Arnaldo, de profesión odontólogo, no se dejaba intimidar. Acodado en el mostrador, soltaba un nombre:
–Libertad Lamarque.
Esperaba el impacto, y después:
–¿Les suena?
Y entonces evocaba su encuentro con la Novia de América.
Don Arnaldo no mentía. Una madrugada, allá por los años treinta, la actriz y cantante argentina Libertad Lamarque venía sufriendo duro castigo en un hotel de Santiago de Chile. El marido le estaba gritando puta, no por lo que era sino por lo que podía llegar a ser, mientras le volaba bofetadas, como tenía costumbre, porque más vale prevenir que curar. En plena biaba, Libertad gritó:
–¡Basta! ¡Vos lo quisiste! –y se arrojó en picada desde la ventana del cuarto piso. Rebotó en un toldo, y aplastó al odontólogo, que venía de visitar a la mamá y justo en ese momento pasaba por la vereda. Libertad quedó intacta, y también intacto quedó su pijama de seda roja bordado de dragones chinos, pero el infortunado don Arnaldo fue conducido, en ambulancia, al hospital.
Cuando se le recompuso el hueserío, y le quitaron sus vendajes de momia, don Arnaldo empezó a contar la historia que después siguió contando, hasta el fin de sus días, en los cafés y en todo lugar donde hubiera alguna oreja: desde el cielo, desde la alta nube donde moran las diosas del cine y del tango, aquella estrella fugaz se había dejado caer sobre la tierra, y entre millones de hombres lo había elegido a él, sí, a él, y entre sus brazos se había desplomado, por no morirse sola.

La mar - Eduardo Galeano


En una terraza de la ribera, echado al sol, Rafael Alberti estaba mirando la mar, tocándola con los ojos, respirándola: el vuelo sin ningún apuro de las gaviotas y los veleros, la espuma luminosa, el viento azul. Y de pronto se estremeció, como si fuera la primera vez, y sintió el asombro de estar, de seguir estando. Se volvió hacia Marcos Ana, que callaba a sulado y, apretándole el brazo, dijo, como si nunca lo hubiera sabido, como si recién lo descubriera:
–Qué corta es la vida.
Unos días después, Alberti murió, de cara a la mar, en esta bahía de Cádiz donde noventa y seis años antes había nacido.