miércoles, 18 de noviembre de 2009

La Voz Cruel - Manuel Altolaguirre


A Octavio Paz

Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que empujaron por el declive pedregoso
la carne ajena,
quienes debieron ser almas de todos
y se arrancaban de ellos mismos
cuerpos parásitos
para despeñarlos.

Mil muertos de sus vidas brotaban,
mil muertos solitarios
que miraban desde el suelo,
durante el último viaje,
la colosal estatua a la injusticia.

No eran muertos,
eran oprimidos,
seres aplastados,
ramas cortadas de un amante o de un padre,
seres conducidos por un deseo imposible,
topos de vicio
que no hallarán la luz
por sus turbias y blandas galerías.

Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que triunfaron
por la paz interior de sus mentiras.

¡Oh mundo desigual!
Mis ojos lloren
el dolor, la maldad:
la verdad humana.





lunes, 16 de noviembre de 2009

Duermevela - Mel


En la duermevela de las estrellas
Piensa, recuerda:
Alguna vez fue bella, fue joven
Deseada, respetada.
La querencia de unos besos
Seguía, no intacta, pero estaba…
El agua salada
Los besos furtivos
Eso también lo recordaba.
El silencio fiel
La luna que siempre atestiguaba
Todo había sido perfecto
Al menos así lo recordaba.
Se le iba la vida
Esa noche más que nunca lo sabía.
No antes, no durante
No cuando le dijeron que terminaba todo.
Esta noche sublime de recuerdos.
Justamente esta noche
Era su despedida.
Recordó también un vago olor a infancia
Cada mañana ese tenue olor a frutillas la despertaba
Pudo sentir otra vez ese aroma
Pudo hasta sentir el sabor fresco
Y la sed saciada.
Se sintió feliz otra vez
Parió de nuevo
Rió por fin
Vio la muerte imponente
Presente
Y con una sonrisa, se entregó sin temor
No murió,
Sólo transformó su duermevela en el sueño más profundo.

martes, 3 de noviembre de 2009

Instrucciones para subir una escalera al revés - Julio Cortázar


En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán, sin excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse. Hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer.