miércoles, 2 de diciembre de 2009

Las Palabras - Conferencia de Julio Cortázar, Madrid (1981)


Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueron alguna vez, flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer corno piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensaje, o a percibir solamente una faceta de su contenido, a sentirlas corno monedas gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a servirnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usados. Los que asistimos a reuniones como ésta sabemos que hay palabras-clave, palabras-cumbre que condensan nuestras ideas, nuestras esperanzas y nuestras decisiones, y que deberían brillar como estrellas mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien cuales son esas palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia, entre muchas otras. Y ahí están otra vez esta noche, aquí las estamos diciendo porque debemos decirlas, porque ellas aglutinan una inmensa carga positiva sin la cual nuestra vida tal como la entendemos no tendría el menor sentido, ni como individuos ni como pueblos. Aquí están otra vez esas palabras, las estamos diciendo, las estamos escuchando Pero en algunos de nosotros, acaso porque tenemos un contacto más obligado con el idioma que es nuestra herramienta estética de trabajo, se abre paso un sentimiento de inquietud, un temor que sería más fácil callar en el entusiasmo y la fe del momento, pero que no debe ser callado cuando se lo siente con fuerza y con la angustia con que a mí me ocurre sentirlo. Una vez más, como en tantas reuniones, coloquios, mesas redondas, tribunales y comisiones, surgen entre nosotros palabras cuya necesaria repetición es prueba de su importancia; pero a l a vez se diría que esa reiteración las está como limando, desgastando, apagando. Digo: "libertad" digo: "democracia", y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje más agudo, y siento también que muchos de los que las escuchan las están recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en un clisé sobre el cual todo el mundo está de acuerdo porque ésa es la naturaleza misma del clisé y del estereotipo: anteponer un lugar común a una vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo. ¿Con qué derecho digo aquí estas cosas? Con el simple derecho de alguien que ve en el habla el punto más alto que haya escalado el hombre buscando saciar su sed de conocimiento y de comunicación, es decir, de avanzar positivamente en la historia como ente social, y de ahondar como individuo en el contacto con sus semejantes. Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seriamos, como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos. Y es entonces que en las encrucijadas críticas, en los enfrentamientos de la luz contra la tiniebla, de la razón contra la brutalidad, de la democracia contra el fascismo, el habla asume un valor supremo del que no siempre nos damos plena cuenta. Ese valor, que deberia ser nuestra fuerza diurna frente a las acometidas de la fuerza nocturna, ese valor que nos mostraría con una máxima claridad el camino frente a los laberintos y las trampas que nos tiende el enemigo, ese valor del habla lo manejamos a veces como quien pone en marcha su automóvil o sube la escalera de su casa, mecánicamente, casi sin pensar, dándolo por sentado y por valido, descontando que la libertad es la libertad y la justicia es la justicia, así tal cual y sin más, como el cigarrillo que ofrecemos o que nos ofrecen. Hoy, en que tanto en España como en muchos países del mundo se juega una vez más el destino de los pueblos frente al resurgimiento de las pulsiones más negativas de la especie, yo siento que no siempre hacemos el esfuerzo necesario para definirnos inequívocamente en el plano de la comunicación verbal, para sentirnos seguros de las bases profundas de nuestras convicciones y de nuestras conductas sociales y políticas. Y eso puede llevarnos en muchos casos sin conocer a fondo el terreno donde se libra la batalla y donde debemos ganarla. Seguimos dejando que esas palabras que transmiten nuestras consignas, nuestras opciones y nuestras conductas, se desgasten y se fatiguen a fuerza de repetirse dentro de moldes avejentados, de retóricas que inflaman la pasión y la buena voluntad pero que no incitan a la reflexión creadora, al avance en profundidad de la inteligencia, a las tomas de posición que signifiquen un verdadero paso adelante eni la búsqueda de nuestro futuro. Todo esto sería acaso menos grave si frente a nosotros no estuvieran aquellos que, tanto en el plano del idioma como en el de los hechos, intentan todo lo posible para imponernos una concepción de vida, del estado, de la sociedad y del individuo basado en el desprecio elitista, en la discriminación por razones raciales y económicas, en la conquista de un poder omnímodo por todos los medios a su alcance, desde la destrucción física de pueblos enteros hasta el sojuzgamiento de aquellos grupos humanos que ellos destinan a la explotación económica y a la alienación individual.
Si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es precisamente su empleo tendencioso del lenguaje, su manejo de servirse de los mismo conceptos que estamos utilizando aquí esta noche para alterar y viciar su sentido más profundo y proponerlos como consignas de su ideología. Palabras como patria, libertad y civilización saltan como conejos en todos sus discursos, en todos sus artículos periodísticos. Pero para ellos la patria es una plaza fuerte destinada por definición a menospreciar y a amenazar a cualquier otra patria que no esté dispuesta a marchar de su lado en el desfile de los pasos de ganso. Para ellos la libertad es su libertad, la de una minoría entronizada y todopoderosa, sostenida ciegamente por masas altamente masificadas. Para ellos la civilización es el estancamiento en un conformismo permanente, en una obediencia incondicional. Y es entonces que nuestra excesiva confianza en el valor positivo que para nosotros tienen esos términos puede colocarnos en desventaja frente a ese uso diabólico del lenguaje. Por la muy simple razón de que nuestros enemigos han mostrado sus capacidad de insinuar, de introducir paso a paso un vocabulario que se presta como ninguno al engaño, y si por nuestra parte no damos al habla su sentido más auténtico y verdadero, puede llegar el momento en que ya no se vea con la suficiente claridad la diferencia esencial entre nuestros valores políticos y sociales y los de aquellos que presentan sus doctrinas vestidas con prendas parecidas; puede llegar el día en que el uso reiterado de las mismas palabras por unos y por otros no deje ver ya la diferencia esencial de sentido que hay en términos tales como individuo, como justicia social, corno derechos humanos, según que sean dichos por nosotros o por cualquier demagogo del imperialismo o del fascismo. Hubo un tiempo, sin embargo, en que las cosas no fueron así. Basta mirar hacia atrás en la historia para asistir al nacimiento de esas palabras en su forma más pura, para asentir su temblor matinal en los labios de tantos visionarios, de tantos filósofos, de tantos poetas. Y eso, que era expresión de utopía o de ideal en sus bocas y en sus escritos, habría de llenarse de ardiente vida cuando una primera y fabulosa convulsión popular las volvió realidad en el estallido de la Revolución Francesa. Hablar de libertad, de igualdad y de fraternidad dejó entonces de ser una abstracción del deseo para entrar de lleno en la dialéctica cotidiana de la historia vivida. Y a pesar de las contrarrevoluciones, de las traiciones profundas que habrían de encarnarse en figuras como la de Napoleón Bonaparte y de las de tantos otros, esas palabras conservaron su sabor más humano, su mensaje más acuciante que despertó a otros pueblos, que acompañó el nacimiento de las democracias y la liberación de tantos países oprimidos a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del nuestro. Esas palabras no estaban ni enfermas ni cansadas, a pesar de que poco a poco los intereses de una burguesía egoísta y despiadada empezaba a recuperarlas para sus propios fines, que eran y son el engaño, el lavado de cerebros ingenuos o ignorantes, el espejismo de las falsas democracias como lo estamos viendo en la mayoría de los países industrializados que continúan decididos a imponer su ley y sus métodos a la totalidad del planeta. Poco a poco esas palabras se viciaron, se enfermaron a fuerza de ser viciadas por las peores demagogias del lenguaje dominante. Y nosotros, que las amamos porque en ellas alienta nuestra verdad, nuestra esperanza y nuestra lucha, seguimos diciéndolas porque las necesitamos, porque son las que deben expresar y transmitir nuestros valores positivos, nuestras normas de vida y nuestras consignas de combate. Las decimos, si, y es necesario y hermoso que así sea; pero ¿hemos sido capaces de mirarlas de frente, de ahondar en su significado, de despojarlas de la adherencias, de falsedad, de distorsión y de superficialidad con que nos han llegado después de un itinerario histórico que muchas veces las ha entregado y las entrega a los peores usos de la propaganda y la mentira? Un ejemplo entre muchos puede mostrar la cínica deformación del lenguaje por parte de los opresores de los pueblos. A lo largo de la segunda guerra mundial, yo escuchaba desde mi país, la Argentina, las transmisiones radiales por ondas cortas de los aliados y de los nazis. Recuerdo, con asco que el tiempo no ha hecho más que multiplicar, que las noticias difundidas por la radio de Hitler comenzaban cada vez con esta frase: Aquí Alemania, defensora de la cultura». Si, ustedes me han oído bien, sobre todo ustedes los mas jóvenes para quienes esa época es ya apenas una página en el manual de historia. Cada noche la voz repetía la misma frase: .Alemania, defensora de la cultura». La repetía mientras millones de judíos eran exterminados en los campos de concentración, la repetía mientras los teóricos hitleristas proclamaban sus teorías sobre la primacía de los arios puros y su desprecio por todo el resto de la humanidad considerada como inferior.
La palabra cultura, que concentra en su infinito contenido la definición más alta del ser humano, era presentada como un valor que el hitlerismo pretendía defender con sus divisiones blindadas, quemando libros en imnensas piras, condenando las formas más audaces y hermosas del arte moderno, masificando el pensamiento y la sensibilidad de enormes multitudes. Eso sucedía en los años cuarenta, pero la distorsión del lenguaje es todavía peor en nuestros tilas, cuando la sofisticación de los medios de comunicacióxi::Ja vuelve aún más eficaz y peligrosa puesto que aho:tánquea los últimos umbrales de la vida individual, y de§eié los canales de la televisión o las ondas radiales puede invadir y fascinar a quienes no siempre son capaces de reconocer sus verdaderas intenciones. Mi propio país, la Argentina, proporciona hoy otro ejemplo de esta colonización de la inteligencia por deformación de las palabras. En momentos en que diversas comisiones internacionales investigaban las denuncias sobre los::miles y miles de desaparecidos en el país, y daban a.. conocer informes aplastantes donde todas las formas de vióláción de derechos humanas aparecían probadas y.documentadas; la junta militar organizó una propaganda basada en el siguiente slogan: «Los argentinos somos derechos y humanos». Así, esos dos términos indisolublemente ligados desde la Revolución Francesa y en nuestros días por la Declaración de las Naciones Unidas, fueron insidiosamente separados, y la noción de derecho pasó a tomar un sentido totalmente disociado de su significación ética, jurídica y política para convertirse en el elogio demagógico de una supuesta manera de ser de los argentinos. Véase como el mecanismo de ese sofisma se vales de las mismas palabras: como somos derechos y humanos, nadie puede pretender que hemos violado los derechos humanos. Y todo el mundo puede irse a la cama en paz. Pero acaso no haya en estos momentos una utilización mas insidiosa del habla que la utilizada por el imperialismo norteamericano para convencer a su propio pueblo y a los de sus aliados europeos de que es necesario sofocar de cualquier manera la lucha revolucionaria en El Salvador. Para empezar se escamotea el termino «revolución«, a fin de negar el sentido esencial de la larga y dura lucha del pueblo salvadoreño por su libertad -otro término que es cuidadosamente eliminado-; todo se reduce así a lo que se califica de enfrentamientos entre grupos de ultraderecha y de ultraizquierda (estos últimos denominados siempre como «marxistas«), en medio de los cuales la junta de gobierno aparece como agente de moderación y de estabilidad que es necesario proteger a toda costa. La consecuencia de este enfoque verbal totalmente falseado tiene por'abjeto convencer a la población norteamedcara de que frente a toda situación polítieaxprisideráda como inestable en los países vecinos, el debél~de los Estados Unidos es defender la democracia dentro y fuera de sus frcinteras, con lo cual ya tenemos bien instalada la palabra «democta en un contexto con el que naturalmente no tiene nada.que ver. Y así podíamos seguir pasando revista al doble juego de escamoteos y de tergiversaciones verbales que.como se puede comprobar cien veces, golpea a las puertas de nuestro propio discurso político con las armas de la televisión, de la prensa y del cine, para ir generando una confusión mental progresiva, un desgaste de valores, una lenta enfermedad del habla, una fatiga contra la que no siempre luchamos como deberíamos hacerlo. ¿Pero en qué consiste ese deber? Detrás de cada palabra está presente el hombre como historia y como conciencia, y es en la naturaleza del hombre donde se hace necesario ahondar a la hora de asumir, de exponer y de defender nuestra concepción de la democracia y de la justicia social. Ese hombre que pronuncia tales palabras, ¿está bien seguro de que cuando habla de democracia abarca el conjunto de sus semejantes sin la menor restricción de tipo étnico, religioso o idiomático? Ese hombre que habla de libertad, ¿está seguro de que en su vida privada, en el terreno del matrimonio, de la sexualidad, de la paternidad o la maternidad, está dispuesto a vivir sin privilegios atávicos, sin autoridad despótica, sin machismo y sin feminismo entendidos como recíproca sumisión de los sexos? Ese hombre que habla de derechos humanos, ¿está seguro de que sus derechos no benefician cómodamente de una cierta situación social o económica frente a otros hombre que carecen de los medios o la educación necesarios para tener conciencia de ellos y hacerlos valer? Es tiempo de decirlo: las hermosas palabras de nuestra lucha ideológica y política no se enferman y se fatigan por sí mismas, sinoo por el mal uso que les dan nuestros enemigos y que en muchas circunstancias les damos nosotros. Una crítica profunda de nuestra naturaleza, de nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir, es la única posibilidad que tenemos de devolverle al habla su sentido más alto, limpiar esas palabras que tanto usamos sin acaso vivirlas desde adentro, sin practicarlas auténticamente desde adentro, sin ser responsables de cada una de ellas desde lo más hondo de nuestro ser. Sólo así esos términos alcanzarán la fuerza que exigimos en ellos, sólo así serán nuestros y solamente nuestros. La tecnología le ha dado al hombre máquinas que lavan las ropas y la vajilla, que le devuelven el brillo y la pureza para su mejor uso. Es hora de pensar que cada uno de nosotros tiene una máquina mental de lavar, y que esa máquina es su inteligencia y su conciencia; con ella podemos y debemos lavar nuestro lenguaje político de tantas adherencias que lo debilitan. Sólo así lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y a nuestra acción, porque la historia es el hombre y se hace a su imagen y a su palabra.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La Voz Cruel - Manuel Altolaguirre


A Octavio Paz

Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que empujaron por el declive pedregoso
la carne ajena,
quienes debieron ser almas de todos
y se arrancaban de ellos mismos
cuerpos parásitos
para despeñarlos.

Mil muertos de sus vidas brotaban,
mil muertos solitarios
que miraban desde el suelo,
durante el último viaje,
la colosal estatua a la injusticia.

No eran muertos,
eran oprimidos,
seres aplastados,
ramas cortadas de un amante o de un padre,
seres conducidos por un deseo imposible,
topos de vicio
que no hallarán la luz
por sus turbias y blandas galerías.

Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que triunfaron
por la paz interior de sus mentiras.

¡Oh mundo desigual!
Mis ojos lloren
el dolor, la maldad:
la verdad humana.





lunes, 16 de noviembre de 2009

Duermevela - Mel


En la duermevela de las estrellas
Piensa, recuerda:
Alguna vez fue bella, fue joven
Deseada, respetada.
La querencia de unos besos
Seguía, no intacta, pero estaba…
El agua salada
Los besos furtivos
Eso también lo recordaba.
El silencio fiel
La luna que siempre atestiguaba
Todo había sido perfecto
Al menos así lo recordaba.
Se le iba la vida
Esa noche más que nunca lo sabía.
No antes, no durante
No cuando le dijeron que terminaba todo.
Esta noche sublime de recuerdos.
Justamente esta noche
Era su despedida.
Recordó también un vago olor a infancia
Cada mañana ese tenue olor a frutillas la despertaba
Pudo sentir otra vez ese aroma
Pudo hasta sentir el sabor fresco
Y la sed saciada.
Se sintió feliz otra vez
Parió de nuevo
Rió por fin
Vio la muerte imponente
Presente
Y con una sonrisa, se entregó sin temor
No murió,
Sólo transformó su duermevela en el sueño más profundo.

martes, 3 de noviembre de 2009

Instrucciones para subir una escalera al revés - Julio Cortázar


En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán, sin excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse. Hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer.

martes, 27 de octubre de 2009

Hay Un Morir - Macedonio Fernández


No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.

Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir.
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es Muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

sábado, 24 de octubre de 2009

Amante - Vicente Aleixandre


Lo que yo no quiero
es darte palabras de ensueño,
ni propagar imagen con mis labios
en tu frente, ni con mi beso.
La punta de tu dedo,
con tu uña rosa, para mi gesto
tomo, y, en el aire hecho,
te la devuelvo.
De tu almohada, la gracia y el hueco.
Y el calor de tus ojos, ajenos.
Y la luz de tus pechos
secretos.
Como la luna en primavera,
una ventana
nos da amarilla lumbre. Y un estrecho
latir
parece que refluye a ti de mí.
No es eso. No será. Tu sentido verdadero
me lo ha dado ya el resto,
el bonito secreto,
el graciosillo hoyuelo,
la linda comisura
y el mañanero
desperezo.

martes, 20 de octubre de 2009

Ella - Horacio Salas


Ella de cuerpo entero o sólo por fragmentos
ella con las piernas cruzadas sobre una manta roja
cumpliendo el rito mágico de poner un bollito de nylon debajo de la puerta
con la piel de sus manos más suaves que los recién nacidos
ella mirando en el vacío
con el pantalón deshilachado
o rozando mis muslos con sus muslos
ella milímetro a milímetro
ella entre las sábanas
con su cintura en el aire de la casa
con copos de jabón cayendo de los hombros
ella sonriente con un vaso de vino entre los dedos
o su voz a través de los teléfonos
con ese tono apenas perceptible con que dice mi nombre
ella con breve ropa transparente
ella cuando me besa
cuando queda atrapada en una foto
combinando colores en las telas
ella en mis brazos debajo de mi cuerpo
durmiéndose en mi hombro

Ella

viernes, 16 de octubre de 2009

Como Una Sola Flor Desesperada - Juana de Ibarbourou


Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,

y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.

Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada.

Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.

domingo, 11 de octubre de 2009

Palabras - Mel


La rima fácil
El verso ausente
La estrofa indecisa.
Las palabras no siempre fluyen
Cuestan, se escabullen entre la lengua
Entre los dedos
O entre las venas.
Lo sentimientos no alcanzan
Se mezquinan
No avanzan.
Todo cuesta arriba
A contramano,
De la vereda de enfrente,
Avanza siempre la otra fila.
Y todo se pone negro
Todo parece que se derrumba
Y de hecho, se derrumba.
Y luego nacen
Como el ave Fénix,
Comparación fácil.
Sólo nacen, sólo vuelven.
Y el tiempo…
El tiempo que todo lo mira
Todo lo sabe, todo lo siente
Todo tiranía el tiempo.
Y las palabras por un rato vuelven
Por un rato incluso, se quedan.
Y con ellas el instante de felicidad.
Instante eterno, si se sabe usar.
Y ahora sí fluyen
Todo fluye
Y avanzan
Como el viento avanzan
Y derrumban cercos
Derrumban esquemas
Y liberan, liberan…

viernes, 9 de octubre de 2009

Zipper Sonet - Julio Cortázar


de arriba abajo o bien de abajo arriba
este camino lleva hacia sí mismo
simulacro de cima ante el abismo
árbol que se levanta o se derriba

quien en la alterna imagen lo conciba
será el poeta de este paroxismo
en un amanecer de cataclismo
náufrago que a la arena al fin arriba

vanamente eludiendo su reflejo
antagonista de la simetría
para llegar hasta el dorado gajo

visionario amarrándose a un espejo
obstinado hacedor de la poesía
de abajo arriba o bien de arriba abajo

domingo, 27 de septiembre de 2009

En esta tarde gris - José M. Contursi-Mariano Mores


Qué ganas de llorar
en esta tarde gris,
en su repiquetear
la lluvia habla de ti.
Remordimiento de saber
que, por mi culpa, nunca,
vida, nunca te veré.
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer,
temblando al implorar
de nuevo mi querer.
Y hoy es tu voz que vuelve a mí,
en esta tarde gris.

Ven,
triste me decías,
que en esta soledad
no puede más el alma mía...
Ven,
y, apiadate de mi dolor,
que estoy cansada de llorar,
de sufrir y esperar
y de hablar siempre a solas
con mi corazón.
Ven,
que te quiero tanto,
que si no vienes hoy
voy a quedar ahogada en llanto...
No,
no puede ser que siga así,
con este amor clavado en mí
como una maldición.

No supe comprender
tu desesperación
y alegre me alejé
en alas de otro amor.
Qué solo y triste me encontré
cuando me vi tan lejos
y mi engaño comprobé.
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer
temblando al implorar
de nuevo mi querer
y hoy es tu voz que sangra en mí
en esta tarde gris.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Alma Desnuda - Alfonsina Storni


Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Hijas del Viento - Alejandra Pizarnik


Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan
.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Con Quevedo, en Primavera - Pablo Neruda


Todo ha florecido en
estos campos, manzanos,
azules titubeantes, malezas amarillas,
y entre la hierba verde viven las amapolas.
El cielo inextinguible, el aire nuevo
de cada día, el tácito fulgor,
regalo de una extensa primavera.
Sólo no hay primavera en mi recinto.
Enfermedades, besos desquiciados,
como yedras de iglesia se pegaron
a las ventanas negras de mi vida
y el sólo amor no basta, ni el salvaje
y extenso aroma de la primavera.

Y para ti qué son en este ahora
la luz desenfrenada, el desarrollo
floral de la evidencia, el canto verde
de las verdes hojas, la presencia
del cielo con su copa de frescura?
Primavera exterior, no me atormentes,
desatando en mis brazos vino y nieve,
corola y ramo roto de pesares,
dame por hoy el sueño de las hojas
nocturnas, la noche en que se encuentran
los muertos, los metales, las raíces,
y tantas primaveras extinguidas
que despiertan en cada primavera.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El futuro - Julio Cortázar


Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Rita - Mel


Rita salió de su casa pasadas las diez. La noche parecía más oscura que otras veces. Rita pensó que tal vez esa oscuridad se debiera a la pronta llegada del invierno. La noche era seca y ventosa. Raro para Buenos Aires, siempre tan húmeda.
El cabello de Rita era un fuego incontrolable, que se avivaba con el viento citadino. El camino de su departamento al trabajo lo recorría noche a noche, hubiera podido hacerlo a ciegas. Pero hoy caminaba más lento: el dolor del costado no la dejaba andar más rápido. La hepatitis, que había padecido dos años antes, no la había dejado del todo bien. Claro que este mediodía no había comido muy sano: los 29 de cada mes, en el bar de Lalo, sólo se podían comer esas “bolitas de harina y papa” que nunca le habían gustado demasiado
Dobló la última esquina y entró por la puerta pequeña: la grande e iluminada era para los clientes, no para las bailarinas. Se dirigió a lo que llamaban “camarín”, aunque en realidad era un cuarto pequeño, con una sucia lámpara colgada del techo descascarado, una sillita a un costado y un espejo aún más sucio que la lámpara, que apenas si dejaba entrever su cuerpo. Tiró el bolso de cuero rojo sobre la silla. Ese bolso la acompañaba desde hacía varios años: lo había comprado poco antes de venir a Buenos Aires, en la feria artesanal que se armaba en la plaza de su pueblo. Y el bolso era una típica artesanía que los chivilcoyanos vendían a los pocos turistas.
Se desvistió, se puso su escasa ropa de bailarina, pensó en nada y salió a bailar al pequeño escenario, para un montón de hombres, para quienes no significaba nada más que un buen cuerpo contorneándose al compás de una música, que tampoco les importaba nada. Y por qué ella habría de importarles, si Lucas, que la conocía desde pequeña tampoco se interesaba como antes en ella. Ya deberían haberse casado, y sin embargo él prefirió quedarse y ser un chivilcoyano más y no viajar a Buenos Aires junto con ella "para pelear juntos el futuro".
Terminó su número. Luego vendría otro, y más tarde otro más, y después por fin de vuelta al ambiente y medio en el que vivía.
Cuando salió ya no estaba tan oscuro. Se acordó de que en el bolso de cuero rojo todavía estaban las líneas que Lucas religiosamente cada miércoles le enviaba. Para qué leerlas una vez más, nunca decían que en realidad él no venía a la ciudad porque compartía su tiempo con alguna otra pueblerina, que también eligió la frustración.
Rita tomó el sobre de Lucas, lo rompió en dos partes y lo tiró, por primera vez sin leer.
Rita no se dio cuenta de que volvía automáticamente a su casa, ni que su pelo seguía avivándose con el viento, ni que todavía le dolía el costado. Sí se dio cuenta de la lágrima contenida en un ojo, entonces impidió que se cayera, y siguió camino al ambiente y medio que constituía su casa, aunque esto a nadie le importara.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dos Cuerpos - Octavio Paz


Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Retrato ciego - Mel


Fría, distante, soberbia, como por encima de todo.
De nariz recta, firme, contundente. Como tus manos, lánguidas, suaves y filosas, que toman las cosas con liviandad y cuidado, como si fueras a romper una de tus tiernas falanges...
Y eso que hoy no voy a hablar de tus ojos, que si no...
Siempre pensé en esa contradicción entre tus manos de porcelana y lo cruel de tu rostro. Rostro perfecto, anguloso, encuadrado por el relieve de unos pómulos bien delineados. De huesos fuertes, como el carácter, y de labios en rictus eterno de odio, tan bien delineados con ese rojo furioso, que trasluce tu maldad secreta.
Y eso que hoy no voy a hablar de tus ojos...
Y enmarcando ese rostro sin igual, tu piel volátil, etérea, blanquísima, que deja traslucir todo tu orgullo...
Y eso que no voy a hablar de tus ojos...
Y sin embargo, la sincronía de tus manos al rozarte el cabello le da a tu cara la ternura que le falta, aliviana lo hosco de tus labios y aquieta la rispidez de ... ay! , cierto que hoy no iba hablar de tus ojos...

sábado, 12 de septiembre de 2009

Paul Gauguin: su obra





























Paul Gaugin: biografía


Eugène Henri Paul Gauguin (París, 7 de junio de 1848 - Atuona, Islas Marquesas, 9 de mayo de 1903) fue un pintor post-impresionista. Jefe de filas de la Escuela de Pont-Aven e inspirador de los Nabis, su obra está considerada entre las más importantes de entre los pintores franceses del Siglo XIX.

Sus experimentos sobre el color y el conjunto de su obra influyeron en la evolución de la pintura, en especial sobre el fauvismo, movimiento que se desarrolla entre 1898 y 1908.

Sus Inicios

De familia liberal, era hijo de Clovis Gauguin, un periodista antimonárquico, y de Aline Marie Chazal. Ella era descendiente de terratenientes españoles de América del Sur y del virrey del Perú. La feminista socialista Flora Tristán era abuela de Paul Gauguin por parte de madre.

Cuando Paul contaba sólo con un año, la familia tuvo que huir a América tras el golpe de Estado de Napoleón III en 1851. Durante el viaje su padre murió y su madre tuvo que recurrir a la hospitalidad de sus parientes en Lima (Perú). En esta ciudad pasó sus primeros años de infancia.

En 1855 regresan a Francia, a Orleans y se instalan en casa de un tío de Paul, Isidore. Gauguin estudiará en Orleans entre 1859 y 1865. Gauguin se embarca en la marina mercante siendo aún muy joven, y luego en la Armada Francesa, en la que sirve a bordo de la corbeta Jerôme Napoléon.

A su regreso a Francia en 1870, se convirtió en agente de cambio para la empresa Bertin en la Bolsa de París, teniendo bastante éxito en sus negocios. Llevó una vida burguesa y acomodada junto a su mujer, la danesa Mette-Sophie Gad, y sus cinco hijos: Émile, Aline, Clovis, Jean-René y Paul-Rollon.

Su tutor, Gustave Arosa, hombre de negocios y gran amante del arte, introdujo a Gauguin entre los impresionistas. En 1874, conoce la obra del pintor Camille Pissarro y visita por primera vez una muestra de pintura impresionista. Al igual que su tutor, se aficiona al arte, lo que le lleva a tomar clases de pintura y a hacer sus primeros intentos de creación en este terreno. Expone sus obras junto a los impresionistas en 1876, 1880, 1881, 1882 y 1886 y reúne una colección personal con obra de Manet, Cézanne, Monet y el ya mencionado Pissarro.

Vida de artista en Francia

En 1882, deja su trabajo en la Bolsa (que se ha desplomado) para dedicarse por completo a su nueva pasión, la pintura. Como eso no le basta para sobrevivir, se marcha a vivir con su mujer e hijos con la familia de ésta en Copenhague. Las relaciones con su familia política no son buenas y sus negocios tampoco van bien. Decide regresar a París en 1885 para dedicarse exclusivamente a la pintura, pero incapaz de asegurar la subsistencia de su familia, abandona a su mujer y a sus hijos en Dinamarca.

Gauguin se traslada a Ruán, en Normandía, en donde se ha instalado Pissarro, pero en 1887-88 viaja junto a su amigo Laval a Panamá y la Martinica. Este viaje resultará fundamental para el futuro artístico, puesto que le mostrará la sensualidad del color y se interesará por una naturaleza primitiva capaz de acentuar las relaciones humanas. Regresa enfermo y abatido, y encuentra la hospitalidad de Theo Van Gogh, quién además expondrá sus pinturas en su propia galería. Pero dejando aparte este viaje, entre 1886 y 1891, vive principalmente en Bretaña en donde se convierte en el centro de un grupo de pintores experimentales conocidos con el nombre de Escuela de Pont-Aven, en donde tuvo como discípulos a Émile Bernard, Paul Sérusier, Seguin y Chmaillard que constituirían el llamado simbolismo (Grupo de los Nabis). Su estilo de pintura empezará a transformarse desde las cercanías del impresionismo hasta un estilo mucho más personal. Por influencia de uno de sus jóvenes discípulos, Bernard, su estilo evoluciona a lo que se ha dado en llamar sintetismo, un modo de pintar más natural y sintético. Busca inspiración en el arte indígena, en las vidrieras medievales y en las estampas japonesas.

Estas últimas las descubre gracias al holandés Vincent Van Gogh en 1888 en los dos meses en los que viven juntos (entre octubre y diciembre) en Arlés, en el sur de Francia, dedicándose ambos a pintar. Gauguin había conocido a Vincent y a Theo Van Gogh en París en 1886, y Gauguin había quedado impresionado por la expresividad de Vincent. Trabajan juntos y pintan la serie de vistas de Alyscamps. Pero la convivencia es muy difícil, ambos tienen un carácter muy temperamental, y Gauguin se cansa de Vincent. Van Gogh tratará de suicidarse más adelante. Su convivencia se deteriora y acaba con el famoso episodio de la oreja cortada de Van Gogh. Se sabe que Van Gogh tenía problemas emocionales y que se cortó la oreja; pero no es tan seguro que fuese por culpa de Gauguin. Anécdota que pude ser real o un mito.

Vida en Polinesia

Arruinado y enfermo, Gauguin se embarca en 1891 hacia la Polinesia, con el dinero conseguido en una exposición en el Hotel Brouot, éxito alcanzado gracias a las críticas favorables de Octave Mirbeau. Se establece en Tahití, tratando de huir de la civilización europea y de todo lo artificial y convencional. Empieza también a redactar un relato autobiográfico ("Noa". Sin embargo, una enfermedad en los ojos, la soledad y la falta de dinero le obligan a regresar a Francia junto a su compañera javanesa Ana. En Francia recibe la inesperada herencia de su tío Isidoro, y consigue vender unos pocos cuadros, por lo que regresa ya de modo definitivo a Polinesia.

Las características esenciales de su pintura (en la que sigue usando grandes superficies de colores vivos) no experimentan demasiados cambios. Su primitivismo se atempera por la influencia de algunos pintores neoclásicos como Ingres o contemporáneos como Puvis de Chavannes. Cuida especialmente la expresividad de los colores, la búsqueda de la perspectiva y el uso de formas plenas y voluminosas. Influido por el entorno tropical y la cultura polinesia, anticipa al arte abstracto: simplifica aún más las composiciones dando preponderancia al color y a la idea que el color puede sugerir, su obra adquiere fuerza, lleva a cabo esculturas en madera y pinta sus cuadros más bellos, en especial su obra más importante, que hoy se encuentra en el Museum of Fine Arts de Boston: "¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?", que él mismo considera su testamento pictórico.

En Tahití, conocerá a Tehura, que se convertirá en su modelo. Está muy inspirado y pinta 70 lienzos en unos pocos meses. Pero tras algunos años de felicidad en los que publica su autobiografía "Noa", problemas administrativos y personales (su hija preferida Aline muere) le hunden. También tiene problemas de salud: una herida en la pierna que no consigue curar desde 1894, una crisis de sífilis... Hacia los últimos años de su vida formó pareja y tuvo un hijo, Émile con Pau'ura, una joven de las islas Marquesas, pero también contrajo lepra. En 1897 intenta suicidarse, luego sobrevive prácticamente en la miseria con una pequeña pensión que desde París le enviaba un marchante.

Decide entonces establecerse definitivamente en las Islas Marquesas para volver a encontrar la inspiración. En 1901, llega a Atuona (en la isla de Hiva-Oa), en las Islas Marquesas. Cree estar en el paraíso. Pronto se dará cuenta de su error al conocer los abusos cometidos por las autoridades y al tratar de defender a los indígenas. Se dedicó a realizar esculturas "primitivas" (principalmente tallas y bajorrelieves en madera). Débil, cansado de luchar, muere el 9 de mayo de 1903.

Fuente de Biografia: http://es.wikipedia.org/wiki/Gauguin

Lo Que Esperamos - Oliverio Girondo


Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
--no cajas de caudales,
ni perchas desoladas--,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Funes el memorioso (en Ficciones - 1944) - Jorge Luis Borges


En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.
Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para la serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas las imágenes del recuerdo) son insensatos, pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferír el vertiginoso mundo de Funes. Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía el movimiento del minutero; Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El Sueño - Jorge Luis Borges


Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

martes, 8 de septiembre de 2009

Acabar con Todo - Octavio Paz


Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Rayuela (fragmento) - Julio Cortázar


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola comi si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Yerma (fragmento) - Federico García Lorca


(El marido sale y YERMA se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre, alza los brazos
en un hermoso bostezo y se sienta a coser.)
¿De dónde vienes, amor, mi niño?
De la cresta del duro frío.
¿Qué necesitas, amor, mi niño?
La tibia tela de tu vestido.
(Enhebra la aguja)
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!
(Como si hablara con un niño.)
En el patio ladra el perro,
en los árboles canta el viento.
Los bueyes mugen al boyero
y la luna me riza los cabellos.
¿Qué pides, niño, desde tan lejos?
(Pausa. )
Los blancos montes que hay en tu pecho.
¡Que se agiten las ramas al sol y salten las fuentes alrededor!
(Cosiendo.)
Te diré, niño mío, que sí,
tronchada y rota soy para ti.
¡Cómo me duele esta cintura
donde tendrás primera cuna!
Cuándo, mi niño, vas a venir.
(Pausa.)
Cuando to carne huela a jazmín.
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!

Una mujer y un hombre - Juan Gelman


Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

Ausencia de amor - Juan Gelman

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobrecristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo
lo que he esperado
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.

Lluvia - Juan Gelman


hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor/
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra/
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la
mujer/
entra a la casa por la ventana y no por la puerta/
por una puerta se entra a muchos sitios/
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo/ pero no al mundo/
ni a una mujer/ni al alma/
es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/
como hoy/que llueve mucho/
y me cuesta escribir la palabra amor/
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/
y cuándo/y cómo/
pero el alma qué puede explicar/
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/
palabras que naufragan/
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó/
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá/
como el silencio que hay entre dos rosas/
o como yo/que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia/
a la lluvia/
a mi corazón desterrado/

viernes, 4 de septiembre de 2009

El día después- Mel


El día después se le antojó infinito,
el aire estaba cargado de inmensidad.
Salió de su cuerpo y se vio allí:
llena de gente y de soledad.
Abrazos por doquier
que sólo hicieron recordarle la pobreza de sus brazos.
Ella ya no tenía más que al viento para abrazar.
¿Y por qué no lleva luto?
decían ahora las bocas dueñas de aquellos brazos.
No era necesario, toda su alma estaba negra ahora.
La ropa nunca hubiera podido igualar la negritud de sus entrañas.
Quería gritar,
pero la eternidad se lo impedía.
Se veía vagabunda,
pero ni siquiera eso le dolía.
Se sabía sola,
pero no era eso lo que la perturbaba,
era saber que nunca más lo escucharía,
que su bendita piel ya no le pertenecía.
Sabía que caería en la nada.
Sabía exactamente cuándo sería:
la noche en que no pudiera recordar su olor ni su sonrisa.
El día antes no había sido una mentira.
Ella vivía en la esperanza de los susurros inaudibles de su moribundo hombre,
en sus huesudas manos blanquecinas,
en su mirada clara, todavía alerta a los ojos de ella.
El día después ella comenzó esta vida.
Empezó en ese mismo instante una especie de agonía:
una batalla desde el comienzo perdida,
y cayó en el laberinto de sus días.
Y hoy ella camina sola,
no tiene ningún abrazo, ningún olor, ni una sonrisa,
no cayó en la desesperación como creía.
Parece que un aliento divino la salvaguarda:
tal vez su recuerdo, tal vez su locura,
quizás la paradoja de estar muerta en esta vida,
tal vez el amor de su hombre aún toma sus manos, abraza sus días,
y ella se siente raramente protegida.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Mirada Final - Vicente Aleixandre


La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos,
derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén
y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse.
Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no es, y ve aparecer sus miembros,
y se palpa: «Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza»;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge,
no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella
con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta
y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele,
pero le duele todo. Y arriba mira el camino,
y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe
y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la vida como un instante, me miro.
Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida? ¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte,
recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar?

No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma, hubiera al fin de expulsar.
No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible
y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira,
contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.

No te detengas - Walt Withman


No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...

Versión de: Leandro Wolfson

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Pues queréis que tenga... - Fernando Pessoa


Pues queréis que tenga un misticismo, bien: lo tengo.
Soy místico, pero sólo con el cuerpo.
Mi alma es sencilla y no piensa.
Mi misticismo es no querer saber.
Es vivir y no pensar que vivo.

No sé lo que la Naturaleza es: la canto.
Vivo en la cima de un otero,
en una casa encalada y solitaria,
y esto me define.

En la noche terrible - Fernando Pessoa


En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches,
En la noche de insomnio, sustancia natural de todas mis noches,
Recuerdo, velando en modorra incómoda,
Recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en la vida.
Recuerdo, y una angustia
Se derrama por mí corno un frí6 del cuerpo o un miedo.
Lo irreparable de mi pasado: ¡ése es el cadáver!
Todos los otros cadáveres quizá sean ilusiones.
Todos los muertos quizá esten vivos en otra parte.
Todos mis propios momentos pasados quizá existan por ahí,
En la ilusión del espacio y del tiempo, En la falsedad del devenir
Pero lo que yo no fui, lo que yo no hice lo que ni siquiera soñe';
Lo que sólo ahora veo que debería haber hecho,
Lo que sólo ahora claramente veo que debería haber sido...
Es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,
Eso -y fue al fin lo mejor de mí- es lo que ni los Dioses hacen vivir..

Si a cierta altura
Hubiese doblado hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha;
Si a cierta altura
Hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;
Si en cierta conversación
Hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el entresueño, elaboro...
Si todo eso hubiese sido así, Sería otro hoy, y tal vez el universo entero
Sería llevado insensiblemente a ser otro también.

Pero no doblé hacia el lado irreparablemente perdido,
No doblé ni pensé en doblar, y sólo ahora lo percibo;
Pero no dije no o no dije sí,
que no dije; y sólo ahora lo veo
Pero las frases que faltó decir en ese momento
me surgen todas,
Claras, inevitables, naturales,
La conversación cerrada concluyente,
La materia toda resuelta...
Pero sólo ahora lo que nunca fue, ni será hacia atrás, me duele.

Lo que de veras fallé no tiene ninguna esperanza
En ningún sistema metafísico.
Puede ser que para otro mundo pueda llevar lo que soñé,
¿Pero podré llevar para otro mundo lo que me olvidé de soñar?
Esos sí, los sueños por tener, son el cadáver.
Los entierro en mi corazón para siempre, para
todo el tiempo, para todos los universos.
En esta noche donde no duermo, y el sosiego me cerca
Corno una verdad de la que no participo,
y allá fuera la luna, como la esperanza que no tengo, es invisible
para mí.

martes, 1 de septiembre de 2009

La estrella fugaz - Eduardo Galeano


Algunas noches, en los cafés, la competencia venía feroz:
–A mí, allá en la infancia, me meó un león –decía uno, sin alzar la voz, como negando importancia a su tragedia.
–A mí, me gustaba caminar por las paredes. En casa, no me dejaban -confesaba otro, como si su prohibida proeza fuera cosa de nada.
Y otro:
–Yo, de muchacho, escribía poemas de amor. Los perdí en un tren. ¿Y quién los encontró? Neruda.
Y cabeceando sonreía, como si fuera incapaz de rencor contra quien le había robado sus llaves del Olimpo. Pero don Arnaldo, de profesión odontólogo, no se dejaba intimidar. Acodado en el mostrador, soltaba un nombre:
–Libertad Lamarque.
Esperaba el impacto, y después:
–¿Les suena?
Y entonces evocaba su encuentro con la Novia de América.
Don Arnaldo no mentía. Una madrugada, allá por los años treinta, la actriz y cantante argentina Libertad Lamarque venía sufriendo duro castigo en un hotel de Santiago de Chile. El marido le estaba gritando puta, no por lo que era sino por lo que podía llegar a ser, mientras le volaba bofetadas, como tenía costumbre, porque más vale prevenir que curar. En plena biaba, Libertad gritó:
–¡Basta! ¡Vos lo quisiste! –y se arrojó en picada desde la ventana del cuarto piso. Rebotó en un toldo, y aplastó al odontólogo, que venía de visitar a la mamá y justo en ese momento pasaba por la vereda. Libertad quedó intacta, y también intacto quedó su pijama de seda roja bordado de dragones chinos, pero el infortunado don Arnaldo fue conducido, en ambulancia, al hospital.
Cuando se le recompuso el hueserío, y le quitaron sus vendajes de momia, don Arnaldo empezó a contar la historia que después siguió contando, hasta el fin de sus días, en los cafés y en todo lugar donde hubiera alguna oreja: desde el cielo, desde la alta nube donde moran las diosas del cine y del tango, aquella estrella fugaz se había dejado caer sobre la tierra, y entre millones de hombres lo había elegido a él, sí, a él, y entre sus brazos se había desplomado, por no morirse sola.

La mar - Eduardo Galeano


En una terraza de la ribera, echado al sol, Rafael Alberti estaba mirando la mar, tocándola con los ojos, respirándola: el vuelo sin ningún apuro de las gaviotas y los veleros, la espuma luminosa, el viento azul. Y de pronto se estremeció, como si fuera la primera vez, y sintió el asombro de estar, de seguir estando. Se volvió hacia Marcos Ana, que callaba a sulado y, apretándole el brazo, dijo, como si nunca lo hubiera sabido, como si recién lo descubriera:
–Qué corta es la vida.
Unos días después, Alberti murió, de cara a la mar, en esta bahía de Cádiz donde noventa y seis años antes había nacido.

lunes, 31 de agosto de 2009

Frida Kahlo

Kahlo, Frida (1907-1954), pintora mexicana que realizó principalmente autorretratos, en los que utilizaba una fantasía y un estilo inspirados en el arte popular de su país. Hija del fotógrafo judioalemán Guillermo Kahlo, Frida nació en Coyoacán, en el sur de Ciudad de México. A los 16 años, cuando era estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria de esta ciudad, resultó gravemente herida en un accidente de camión y comenzó a pintar durante su recuperación. Tres años más tarde le llevó a Diego Rivera algunos de sus primeros cuadros para que los viera y éste la animó a continuar pintando. En 1929 se casaron.
Influida por la obra de su marido, adoptó el empleo de zonas de color amplias y sencillas plasmadas en un estilo deliberadamente ingenuo. Al igual que Rivera, quería que su obra fuera una afirmación de su identidad mexicana y por ello recurría con frecuencia a técnicas y temas extraídos del folklore y del arte popular de su país. Más adelante, la inclusión de elementos fantásticos, claramente introspectivos, la libre utilización del espacio pictórico y la yuxtaposición de objetos incongruentes realzaron el impacto de su obra, que llegó a ser relacionada con el movimiento surrealista.

Sus cuadros representan fundamentalmente su experiencia personal: los aspectos dolorosos de su vida, que transcurrió en gran parte postrada en una cama, son narrados a través de una imaginería gráfica. Expresa la desintegración de su cuerpo y el terrible sufrimiento que padeció en obras como La columna rota (1944, colección Dolores Olmedo, Ciudad de México), en la que aparece con un aparato ortopédico de metal y con el cuerpo abierto mostrando una columna rota en lugar de la columna vertebral. Su dolor ante la imposibilidad de tener hijos lo plasma en Hospital Henry Ford (1932, colección Dolores Olmedo), en la que se ve a un bebé y varios objetos, como un hueso pélvico y una máquina, diseminados alrededor de una cama de hospital donde yace mientras sufre un aborto. Otras obras son: Unos cuantos piquetitos (1935, colección Dolores Olmedo), Las dos Fridas (1939, Museo de Arte Modernos de México) y Sin esperanza (1945, Dolores Olmedo).

Expuso en tres ocasiones. Organizó las exposiciones de Nueva York de 1938 y de París de 1939 a través de sus contactos con el poeta y ensayista surrealista francés André Breton. En abril de 1953 expuso por primera vez en la galería de Arte Contemporáneo de Ciudad de México. Un año después murió. El matrimonio Kahlo-Rivera fue miembro del Partido Comunista Mexicano. El día de su entierro, el féretro de Frida fue cubierto con la bandera del partido, un hecho que fue muy criticado por toda la prensa nacional. Su casa de Coyoacán fue transformada en Museo y lleva su nombre.























Instantáneas del bar - Mel


El tipo hacía y deshacía cuentas en su cuaderno,
afinaba la mina del lápiz, sacaba números de su calculadora.
El pibe se abría paso en el salón,
mezcla de laberinto de mesas y desparramo de sillas.
El tipo se rascaba la cabeza
en busca de un razonamiento que nunca llegaba.
El pibe con una ingenuidad envidiable
pedía monedas a cambio de dicha condensada en estampitas.
Y en ese momento el único mundo del tipo eran las cuentas,
los números que no salían, la corbata que ya molestaba.
Y en ese momento, juntar unos pesos
era el único objetivo probable para el pibe.
El tipo daba vuelta las hojas buscando soluciones,
el pibe daba vuelta los ojos suplicando que alguno
sacara las preciadas monedas de los ociosos bolsillos.
Y los dos, en sus mundos, veían sus realidades imposibles,
ambos sumergidos en sus océanos dialécticos
no hallaban respuestas satisfactorias entre el murmullo y el olor a café del bar.
El tipo entre hojas y borrones, nunca vio al pibe ni al santo en estampita;
habrá visto el pibe los ojos impotentes del tipo?
Y el tipo se hundía más y más en el fango de sus números,
y el pibe, seguro una vez más, se lastimaba con la indiferencia general.
Ambos, a su manera, con su estilo y educación,
se ignoraron sabia y prolijamente.
El tipo quizás alguna vez
encuentre una solución que tranquilice su vapuleada inteligencia;
el pibe quizás pueda alguna vez,
tan sólo una vez,
salir del laberinto de mesas en el que transcurre su vapuleada vida,
y obtenga algo más que unas monedas.