
Todo fue inútil. Al décimo día el Sol, que todo lo ve, se atrevió a decirle quién se había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Démeter decidió abandonar sus funciones y el Olimpo. Vivió y viajó por la tierra. Ésta se quedó desolada y sin ningún fruto ya que, privada de su mano fecunda, se seca y las plantas no crecen. Zeus, ante el desastre que se estaba produciendo, se vio obligado a intervenir de alguna forma. Sin embargo no le fue posible devolver a Perséfone a su adorada madre. La muchacha había probado el fruto de los infiernos,la granada, y le era imposible regresar al mundo de los vivos y abandonar las profundidades.
Así las cosas, se pudo finalmente llegar a un compromiso. El acuerdo permitía a la joven mantenerse al lado de su esposo durante un periodo del año (hay quienes dicen medio año, otros un poco más) y volver al lado de su madre. Cuando Perséfone regresa con su madre, Démeter muestra su alegría haciendo reverdecer la tierra, con flores y frutos: la Primavera reina de nuevo. Por el contrario, cuando la joven desciende a los infiernos, el descontento de su madre se demuestra en la tristeza del otoño y el invierno. Así se renueva anualmente.
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