jueves, 12 de agosto de 2010

La mar ciñe a la noche en su regazo - Miguel de Unamuno

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.


Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.


Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,


y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.


Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.


Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.


Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida


el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario