lunes, 26 de julio de 2010

X - Z (breve relato para un futuro guión) - Mel


Les contaré una brevísima historia sobre dos personas, que aquí serán personajes, y como tales, no tendrán nombres. Los llamaremos X y Z, sin más, sólo por capricho, aunque también un poco para preservar sus identidades.
La historia es larga y se remonta hasta hace varias décadas, pero no voy a contarla. Tampoco importa saberla. Sólo es imprescindible que conozcan el fuerte deseo que X tenía porque Z muriera, pese a la entrañable y profunda relación que los unía. (Obviamente, tampoco importará para la comprensión del relato qué tipo de relación era ésta). Tan enorme y necesario era este deseo, que X decidió, finalmente y contra todo prejuicio, terminar con la vida de Z. Con tal fin, X prepara, una noche cualquiera, con un pretexto cualquiera, una cena formidable: manjares y exquisiteces y vinos deliciosos. Todo a la luz de las velas y por supuesto, ambientado con la música favorita de Z.
Detrás de escena, X, con la misma delicadeza con que había preparado la cena, organiza y pone a punto un set completo de instrumentos mortuorios: veneno (para hormigas y para ratas), barbitúricos varios, coloridas anfetaminas, botellitas de Veronal, frasquitos con bencidina y tarritos con cianuro. Un par de pistolas de diferentes calibres, con y sin silenciador. Sogas, esposas y cuchillos varios bien afilados.
Bien, todo listo, Z llega a cenar. Hablan como siempre lo hacen cuando cenan, opinan como siempre, elogian los vinos como siempre, ríen y hasta tienen intercambios de opinión como siempre, para luego olvidar todo, claro, como lo hacen siempre.
Z disfruta cada charla, cada bocado, cada degustación del vino. X también, pero además piensa constantemente cómo lograr ver realizado su deseo. Desea entre copa y copa, y más aún entre el primer y el segundo plato. ¿Con cuál de todos sus instrumentos matar a Z? Repasa en su memoria profesional y en la ordinaria los pro y los contra de cada forma de muerte. Luego ya piensa en la muerte en general. Tanto piensa en la muerte, que comienza a llenarse de muerte. Todo a su alrededor es muerte: la comida, el vino, la música, la noche, las velas, la vida es muerte, su vida es muerte. X se llena de muerte...
Lo que resta saber es que X murió, impredecible e inesperadamente, de un paro cardíaco, sin causa aparente y mientras cenaba con Z, quien cuando volvía de declarar los hechos al juez de turno, resguardado por la noche ahora llena de vida, se metió las manos en los bolsillos, tomó una bocanada de aire citadino, y sonrió, feliz.

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