––¿Cómo te imaginas el final? ––preguntó el sacerdote.
Al principio pensé que terminaría bien ––dijo K––, ahora hay veces que hasta yo mismo lo dudo. No sé cómo terminará. ¿Lo sabes tú?
––No ––dijo el sacerdote––, pero temo que terminará mal. Te consideran culpable. Tu proceso probablemente no pasará de un tribunal inferior. Tu culpa, al menos provisionalmente, se considera probada.
––Pero yo no soy culpable ––dijo K––. Es un error. ¿Cómo puede ser un hombre culpable, así, sin más? Todos somos seres humanos, tanto el uno como el otro.
––Eso es cierto ––dijo el sacerdote––, pero así suelen hablar los culpables.
––¿Tienes algún prejuicio contra mí? ––preguntó K.
––No tengo ningún prejuicio contra ti ––dijo el sacerdote.
––Te lo agradezco ––dijo K––. Todos los demás que participan en mi proceso tienen un prejuicio contra mí. Ellos se lo inspiran también a los que no participan en él. Mi posición es cada vez más difícil.
––Interpretas mal los hechos ––dijo el sacerdote––, la sentencia no se pronuncia de una vez, el procedimiento se va convirtiendo lentamente en sentencia.
(...)
Mi lugar: literatura, arte, música...
Puedo ir y venir… Puedo la calma de un lago Y también la furia del viento. Puedo velar por tus sueños Y ser tu pesadilla peor, también puedo Puedo escuchar la melodía más dulce Aunque retumben trémulos truenos... Puedo callar, pero siempre prefiero gritar… Puedo perder más que ganar… Puedo pensar, y puedo ser libre Sin temer a la libertad.
miércoles, 3 de julio de 2013
jueves, 21 de marzo de 2013
Arte Poética - Jorge Luis Borges
Mirar
el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
viernes, 8 de marzo de 2013
Si Dios fuera una mujer - Mario Benedetti
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta
Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
... es posible que
agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las
entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus
pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus
labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla
de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos
separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos
SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no
se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en
el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de
plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta
siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué
venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
... es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
... es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.
domingo, 3 de marzo de 2013
Entre irse y quedarse - Octavio Paz
Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
la misma terca sílaba de sangre.
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa.
jueves, 22 de noviembre de 2012
La Mansa Alegría (fragmento) - Clarice Lispector
Pues la hora oscura, tal vez la más oscura,
precedió a esa cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era
noche, y esa cosa que no quiero todavía intentar definir es una luz tranquila
dentro de mí, y la llamarían alegría, mansa alegría. (Estoy un poco desorientada
como si me hubiese sido quitado un corazón y en su lugar estuviera ahora la
ausencia súbita, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado
en la oscuridad diurna del dolor). No siento nada. Pero es lo contrario a un
sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir.
Pero también estoy inquieta. Estaba organizada
para consolarme de la angustia y del dolor. ¿Pero cómo me consuelo de la
angustia y del dolor. ¿Pero cómo me consuelo de esta simple y tranquila alegría?
Es que no estoy habituada a no necesitar consuelo. La palabra consuelo apareció
sin que la sintiera, y no me di cuenta, y cuando fui a buscarla, ella ya se
había transformado en carne y espíritu, ya no existía más como
pensamiento.
Voy entonces a la ventaba, está lloviendo
mucho. Por hábito estoy buscando en la lluvia lo que en otro momento me serviría
de consuelo. Pero no tengo dolor para consolar.
Ah, lo sé. Ahora estoy buscando en la lluvia
una alegría tan grande que se vuelva aguda, y que me ponga en contacto con una
agudeza que se parezca a la agudeza del dolor. Pero la búsqueda es inútil. Estoy
en la ventana y sólo ocurre esto: veo con ojos benéficos la lluvia, y la lluvia
me ve de acuerdo conmigo. Estamos ocupadas ambas en fluir.
¿Cuánto me durará éste estado? Percibo que, con
esta pregunta, estoy palpando mi pulso para sentir dónde estará el dolorido
palpitar de antes. Y veo que no está el palpitar del dolor. Sólo esto: llueve y
estoy viendo la lluvia. Qué simplicidad. Nunca pensé que el mundo y yo
llegaríamos a ese punto de maduración. La lluvia cae no porque me necesite, y yo
miro la lluvia no porque la necesite. Pero estamos juntas como el agua de la
lluvia está ligada a la lluvia. Y no estoy agradeciendo nada. No haber tomado,
apenas después de nacer, involuntaria y forzadamente el camino que tomé-y habría
sido siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un campo
donde llueve. Ni siquiera agradeciendo a Dios o a la naturaleza. La lluvia
tampoco agradece nada. No soy una cosa que agradece haberse transformado en
otra. Soy una mujer, soy una persona, soy una atención, soy un cuerpo mirando
por la ventana. Así como la lluvia no está agradecida por no ser piedra. Ella es
una lluvia. Tal vez sea eso que podría llamarse estar vivo. No más que eso, pero
eso: vivo. Y sólo vivo es una mansa alegría.
La noche - Eduardo Galeano
1
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
2
Arránqueme, señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desnúdeme.
3
Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la orilla de un abismo.
4
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle.
En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
La luna tiene dos noches de edad.
Yo, una.
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
2
Arránqueme, señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desnúdeme.
3
Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la orilla de un abismo.
4
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle.
En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
La luna tiene dos noches de edad.
Yo, una.
viernes, 12 de octubre de 2012
Las venas abiertas de América Latina (fragmento) - Eduardo Galeano
Túpac Amaru —¿Quiénes nos han puesto en este estado de morir tan deplorable? ¿Quiénes se chupan nuestra sangre y comen de nuestro sudor? ¡Nos tratan como a perros, nos sacan el pellejo! ¡Cortemos de una vez el mal gobierno de tanto ladrón zángano que nos roba la miel de nuestros panales! ¡Hermano: el patrón ya no comerá más de tu pobreza!
En 1780, se levantó contra todo este sistema de muerte y esclavitud, José Gabriel Condorcanqui, Tupaj Amaru, que sublevó a los indígenas desde el valle del Cusco, se sublevó junto a miles de esclavos que servían en las haciendas y en los obrajes. Era una espalda y otra espalda, y todas llenas de cicatrices. Por traición, Tupac Amaru cayó en manos de los españoles. Lo llevaron a la plaza del Cusco, le cortaron la lengua, lo amarraron de pies y manos a las cinchas de cuatro caballos.
PREGONERO —¡Se prohíbe a los indios usar sus vestidos tradicionales!… ¡Se prohíben todas las pinturas de los incas!...
Los caballos corren hacia las cuatro esquinas de la plaza. Y tiran y tiran, pero no rompen el cuerpo del indio. No pueden.
PREGONERO —¡Se prohíbe a los indios celebrar sus fiestas! ¡Se prohíbe hablar en lengua quechua! ¡Se prohíbe el sonido del pututu!
Las espuelas de los jinetes desgarran los vientres de los caballos en un gran esfuerzo. Pero no pueden, no pueden romper su cuerpo. Tupaj Amaru no se parte, no se parte nunca.
PREGONERO —¡Se ordena a los indios vestirse según la costumbre española! ¡Se ordena a las indias peinarse según la costumbre española! ¡Se ordena a los indios hablar la lengua española!
Por fin, cuando el sol se oculta por no mirarlo, cortan el cuerpo del indio en pedazos y lo degüellan como hace dos siglos a Atahualpa, su antepasado.
PREGONERO —¡Se ordena que no quede semilla de este maldito nombre de Tupaj Amaru!!
Así murió el padre de los pobres, Tupaj Amaru, por querer ver a sus hermanos indios libres de la esclavitud.
COMPADRE —Y como él, tantos otros en tantos lugares de América Latina.
VECINA —De los muertos que mataron no nos dicen nada. Y de los que murieron peleando, todavía menos.
COMPADRE —Pero los nietos de los muertos y los nietos de los que murieron peleando, están entre nosotros. 50 de cada 100 ecuatorianos, 50 de cada 100 peruanos, 60 de cada 100 bolivianos, 70 de cada 100 guatemaltecos, son indios. Son los sobrevivientes de nuestros antepasados de América. Aún son esclavos en sus tierras. Pero ya se quitaron la máscara del susto. Y con su verdadero rostro rechazan ese «encuentro de culturas», que nunca existió.
En 1780, se levantó contra todo este sistema de muerte y esclavitud, José Gabriel Condorcanqui, Tupaj Amaru, que sublevó a los indígenas desde el valle del Cusco, se sublevó junto a miles de esclavos que servían en las haciendas y en los obrajes. Era una espalda y otra espalda, y todas llenas de cicatrices. Por traición, Tupac Amaru cayó en manos de los españoles. Lo llevaron a la plaza del Cusco, le cortaron la lengua, lo amarraron de pies y manos a las cinchas de cuatro caballos.
PREGONERO —¡Se prohíbe a los indios usar sus vestidos tradicionales!… ¡Se prohíben todas las pinturas de los incas!...
Los caballos corren hacia las cuatro esquinas de la plaza. Y tiran y tiran, pero no rompen el cuerpo del indio. No pueden.
PREGONERO —¡Se prohíbe a los indios celebrar sus fiestas! ¡Se prohíbe hablar en lengua quechua! ¡Se prohíbe el sonido del pututu!
Las espuelas de los jinetes desgarran los vientres de los caballos en un gran esfuerzo. Pero no pueden, no pueden romper su cuerpo. Tupaj Amaru no se parte, no se parte nunca.
PREGONERO —¡Se ordena a los indios vestirse según la costumbre española! ¡Se ordena a las indias peinarse según la costumbre española! ¡Se ordena a los indios hablar la lengua española!
Por fin, cuando el sol se oculta por no mirarlo, cortan el cuerpo del indio en pedazos y lo degüellan como hace dos siglos a Atahualpa, su antepasado.
PREGONERO —¡Se ordena que no quede semilla de este maldito nombre de Tupaj Amaru!!
Así murió el padre de los pobres, Tupaj Amaru, por querer ver a sus hermanos indios libres de la esclavitud.
COMPADRE —Y como él, tantos otros en tantos lugares de América Latina.
VECINA —De los muertos que mataron no nos dicen nada. Y de los que murieron peleando, todavía menos.
COMPADRE —Pero los nietos de los muertos y los nietos de los que murieron peleando, están entre nosotros. 50 de cada 100 ecuatorianos, 50 de cada 100 peruanos, 60 de cada 100 bolivianos, 70 de cada 100 guatemaltecos, son indios. Son los sobrevivientes de nuestros antepasados de América. Aún son esclavos en sus tierras. Pero ya se quitaron la máscara del susto. Y con su verdadero rostro rechazan ese «encuentro de culturas», que nunca existió.
martes, 2 de octubre de 2012
La Enamorada - Alejandra Pizarnik
esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
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